Imagina que tu corazón es como el director de una orquesta. Cada latido, un músico. Si la música es rígida y monótona, sin cambios en el ritmo, suena mecánica, sin alma. Pero si la orquesta es flexible, si hay pausas, matices, variaciones… la música fluye con vida. Así funciona nuestro sistema nervioso: cuando tiene buena "variabilidad de la frecuencia cardíaca" (VFC), responde con fluidez a lo que la vida le pide.
Ahora imagina que esa orquesta ha pasado por una tormenta. Un rayo ha golpeado la batuta del director y los músicos están tensos. Algunos tocan demasiado rápido, otros se quedan congelados. Ya no hay armonía. Eso es lo que pasa con nuestro cuerpo cuando hemos vivido trauma. Nuestra VFC se reduce, perdemos flexibilidad, y nos quedamos atrapados en estados de hipervigilancia, ansiedad o colapso.
Pero hay esperanza. Podemos volver a afinar nuestra orquesta interna, aprender a flexibilizar el ritmo de nuestro corazón y, con ello, recuperar la capacidad de sentirnos seguros y vivos otra vez.
La variabilidad de la frecuencia cardíaca: El latido de nuestra resiliencia
La VFC es la diferencia en el tiempo entre un latido del corazón y el siguiente. Aunque parezca contradictorio, un corazón sano no late como un metrónomo perfecto, sino con pequeñas variaciones en los intervalos. Y estas variaciones reflejan cuán flexible es nuestro sistema nervioso.
Si nuestra VFC es alta, significa que nuestro cuerpo tiene agilidad para moverse entre la activación y la calma. Podemos entrar en alerta cuando hace falta y volver al equilibrio sin quedarnos atrapados en el miedo. En cambio, una VFC baja suele ser signo de estrés crónico, ansiedad, depresión o trauma no resuelto. Es como si hubiéramos perdido el ritmo natural de la vida.
¿Y qué tiene que ver esto con el trauma? Mucho. Cuando atravesamos experiencias difíciles—un accidente, abuso, negligencia, pérdidas dolorosas—nuestro sistema nervioso puede quedar atrapado en un estado de supervivencia. Nos cuesta desconectar de la sensación de peligro o, en el otro extremo, nos sentimos desconectados de la vida misma.
Pero aquí viene la buena noticia: la VFC no es fija. Se puede entrenar, mejorar y restaurar. Y hacerlo nos ayuda a recuperar el equilibrio emocional y la capacidad de sentirnos seguros en nuestro propio cuerpo.
Cómo el trauma desajusta nuestra orquesta interna
Cuando hablamos de trauma, no solo nos referimos a eventos terribles. El trauma es más sobre lo que sucede en nuestro cuerpo que sobre lo que nos ha pasado. Es el impacto que una experiencia deja en nuestro sistema nervioso, especialmente si no pudimos procesarla ni recibir apoyo.
La Teoría Polivagal y el trauma
Stephen Porges, creador de la Teoría Polivagal, explica que nuestro sistema nervioso tiene tres grandes estados:
- Seguridad y conexión (sistema vagal ventral): Cuando estamos aquí, nos sentimos tranquilos, presentes, capaces de conectar con los demás.
- Lucha o huida (sistema simpático activado): Aquí la VFC cae. El cuerpo se prepara para defenderse.
- Colapso o disociación (sistema vagal dorsal activado): Nos sentimos desconectados, agotados, como si no estuviéramos realmente presentes.
En una persona con trauma, el sistema nervioso puede quedar atrapado en los últimos dos estados. La clave para sanar no es simplemente "relajarnos", sino reaprender a movernos entre estos estados con fluidez, restaurando nuestra capacidad de adaptación.
Cinco caminos para aumentar la VFC y recuperar la regulación emocional
1. Respiración consciente: El director de la orquesta
Una de las formas más rápidas y efectivas de aumentar la VFC es ajustar nuestra respiración.
Prueba esto:
- Inhala lentamente por la nariz en 4-5 segundos.
- Exhala aún más lento, en 6-8 segundos.
- Repite por unos minutos y observa cómo tu cuerpo empieza a calmarse.
2. Movimiento y contacto con el cuerpo: Volver a habitarse
El trauma nos saca del cuerpo, pero moverse con intención puede ayudarnos a recuperar la conexión.
- Ejercicio aeróbico moderado: Caminar, nadar o bailar ayuda a equilibrar el sistema nervioso.
- Yoga, tai chi o bioenergética: Estas prácticas combinan movimiento con respiración, aumentando la VFC.
- Terapia somática: Métodos como Somatic Experiencing trabajan directamente con la regulación del cuerpo.
3. Conexión social: El latido compartido
Las relaciones seguras activan el sistema vagal ventral. La risa, el contacto visual y los abrazos largos son reguladores naturales del sistema nervioso.
4. Biofeedback: Ver en directo cómo cambia tu VFC
El biofeedback de la VFC permite medir y entrenar la variabilidad en tiempo real, ayudando a modular el sistema nervioso de forma consciente.
5. Procesamiento del trauma: Liberar la memoria atrapada
Métodos como EMDR, SHEC o la terapia IFS ayudan a procesar recuerdos dolorosos sin que el sistema nervioso se desborde.
Escuchar el latido del cuerpo para sanar
Sanar no es borrar el pasado, sino aprender a vivir el presente con mayor libertad. Nuestro cuerpo tiene una capacidad increíble de recuperación si le damos lo que necesita.
Si alguna vez has sentido que "algo dentro de ti" sigue en alerta o apagado, recuerda esto: tu sistema nervioso no está roto, solo necesita recuperar su ritmo natural. Y eso, poco a poco, es posible.
Autor: Psicólogo Ignacio Calvo