Cuando pensamos en el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), la imagen que nos viene a la cabeza suele ser la de un niño inquieto, moviéndose sin parar, despistado y con dificultades en el colegio. Pero ¿qué pasa cuando ese niño crece? ¿Y si sigue arrastrando esas dificultades —aunque disfrazadas de otras formas— hasta la adultez, sin que nadie se haya dado cuenta?
Cada vez son más los adultos que descubren, a veces con alivio, a veces con desconcierto, que muchas de las dificultades que han arrastrado durante años tienen un nombre: TDAH. Sin embargo, identificarlo correctamente en la adultez es todo un reto. No solo porque los síntomas cambian con el tiempo, sino porque se solapan con muchos otros trastornos que también afectan a la atención, la motivación o el estado de ánimo.
En este artículo te guiamos paso a paso por ese proceso tan delicado como necesario: cómo diagnosticar el TDAH en adultos sin confundirlo con otros cuadros clínicos. Porque un diagnóstico certero no solo marca la diferencia, sino que puede transformar vidas.
Por qué no es tan fácil ver el TDAH en adultos
Detectar el TDAH en adultos no es como seguir una receta. Es más bien como armar un puzzle con piezas que no siempre encajan a la primera. Aquí te contamos por qué:
- Los síntomas cambian de forma: La hiperactividad ya no se manifiesta corriendo por los pasillos, sino como una inquietud interna constante, una sensación de estar “acelerado por dentro” o de no poder desconectar nunca. La impulsividad se traduce en decisiones apresuradas, interrupciones constantes o dificultades para organizarse, no necesariamente en comportamientos escandalosos.
- Se parece a otras cosas: Muchas personas con TDAH también sufren ansiedad, depresión o insomnio. Y lo complicado es que todos estos trastornos comparten síntomas como la dificultad para concentrarse o la sensación de caos mental. ¿Cómo distinguir uno de otro?
- Falta de recuerdos claros de la infancia: Uno de los criterios diagnósticos clave es que los síntomas hayan estado presentes antes de los 12 años. Pero ¿quién recuerda con detalle cómo era en primaria? Y si no hay informes escolares o familiares disponibles, confirmar esto puede volverse una misión imposible.
- Autodiagnóstico por internet: Hoy en día abundan los tests online y vídeos que prometen decirte en dos minutos si tienes TDAH. Aunque pueden despertar sospechas útiles, también pueden confundir o generar etiquetas que no ayudan si no van acompañadas de una evaluación profesional.
El camino hacia un diagnóstico preciso: pasos clave
Diagnosticar TDAH en adultos no es cuestión de intuición ni de un simple test. Requiere tiempo, experiencia y un enfoque integral. Estos son los pasos fundamentales:
1. Mirar hacia atrás: la historia clínica
Todo empieza preguntando: ¿cómo era esta persona de niño o niña? ¿Ya entonces había señales de inatención, hiperactividad o impulsividad?
Para responder eso, el profesional debe:
- Indagar con el paciente, familia o profesores de la infancia.
- Buscar documentación (si existe): informes, boletines, valoraciones.
- Confirmar que los síntomas no son nuevos, sino que vienen de lejos.
Además, se analiza cómo han evolucionado esos síntomas con el paso del tiempo y cómo afectan en la actualidad al trabajo, las relaciones o la vida diaria.
2. Herramientas que ayudan a poner nombre a lo que pasa
Hay instrumentos específicos para adultos que permiten evaluar con más precisión:
- Entrevistas clínicas estructuradas, como la DIVA 2.0, que permite evaluar síntomas actuales y pasados con rigor.
- Cuestionarios de autoinforme, como la escala ASRS (Adult ADHD Self-Report Scale), donde la propia persona describe cómo vive sus dificultades.
- Pruebas neuropsicológicas, que analizan funciones como la atención sostenida, el control de impulsos o la flexibilidad cognitiva. Algunas conocidas: Stroop Test, Wisconsin Card Sorting Test o tareas de atención continua.
3. Escuchar otras voces: la mirada de quienes conviven con el paciente
Muchas veces, las personas cercanas ofrecen información valiosa que complementa la historia del paciente. La pareja, los padres o incluso compañeros de trabajo pueden ayudar a identificar patrones de comportamiento que la persona, por costumbre o vergüenza, no termina de reconocer en sí misma.
4. Mirar más allá: ¿hay otros trastornos presentes?
El TDAH en adultos rara vez viaja solo. Es frecuente encontrarlo acompañado de:
- Ansiedad o depresión, que pueden esconder (o amplificar) los síntomas de TDAH.
- Trastornos del sueño, que provocan fatiga y dificultades de concentración.
- Consumo de sustancias, como el alcohol, la cafeína o incluso el cannabis, que muchas veces son formas de automedicarse para calmar la inquietud o mejorar el foco.
- Trastornos de la personalidad, donde ciertos rasgos impulsivos o desorganizados pueden solaparse con el TDAH.
Por eso, es vital diferenciar bien lo que es síntoma de lo que es causa.
Diferenciar el TDAH de otros trastornos: el arte del diagnóstico diferencial
Aquí va una tabla clara para ayudarte a distinguir:
Trastorno |
Lo que se ve |
Cómo diferenciarlo del TDAH |
Ansiedad |
Preocupación constante, tensión, insomnio |
En la ansiedad hay un miedo o preocupación como motor principal. El TDAH, en cambio, no siempre se acompaña de miedo, pero sí de distracción crónica. |
Depresión |
Falta de motivación, tristeza, fatiga |
En la depresión la energía está baja y el interés desaparece. En el TDAH, suele haber energía, pero mal enfocada. |
Insomnio, sueño fragmentado, fatiga |
La falta de descanso puede imitar los síntomas del TDAH, pero una vez tratado el sueño, los síntomas desaparecen (en el TDAH no). |
|
Trastorno de personalidad |
Dificultades en relaciones, reacciones intensas |
Aunque puede haber impulsividad, no suele haber dificultades atencionales persistentes. En el TDAH, el déficit de atención es nuclear. |
¿Por qué importa tanto acertar con el diagnóstico?
Porque un diagnóstico acertado cambia la vida. Permite dejar de culparse, entender lo que pasa y acceder al tratamiento más adecuado. Un error, en cambio, puede llevar a medicaciones ineficaces, empeorar el cuadro o alimentar la frustración.
Por ejemplo, si se diagnostica TDAH cuando en realidad hay un trastorno de ansiedad, usar estimulantes podría empeorar la situación. Y al revés: si se pasa por alto el TDAH y solo se trata la ansiedad o la depresión, puede que el paciente no mejore del todo.
En resumen
Diagnosticar TDAH en adultos es una tarea compleja, pero posible. Requiere mirar con atención el pasado y el presente, usar herramientas validadas, incluir diferentes perspectivas y descartar otras posibles causas.
No hay atajos. Solo un proceso cuidadoso y bien fundamentado puede llevar a un diagnóstico certero que, bien enfocado, abre la puerta a una vida más consciente, funcional y en paz con uno mismo.
Autor: Psicólogo Ignacio Calvo