Aprender a esquiar, patinar o conducir un coche puede parecer que pertenecen a esferas muy diferentes: una más lúdica, otra técnica y normativa. Pero a nivel cerebral, lo que ocurre en nuestro sistema nervioso al adquirir cualquiera de estas habilidades es extraordinariamente similar. En todos los casos, el cuerpo y el cerebro se enfrentan a un reto común: transformar una acción torpe y consciente en un movimiento fluido y automático. Y eso requiere de un proceso sofisticado de aprendizaje psicomotor, sustentado por mecanismos bien conocidos en la neurociencia y la psicología.
El viaje desde la torpeza hasta la competencia automática
En los años 60, el psicólogo Paul Fitts propuso un modelo de tres fases para describir el aprendizaje de habilidades motoras: fase cognitiva, fase asociativa y fase autónoma. Este modelo, aún vigente, nos ayuda a entender qué ocurre cuando aprendemos a esquiar, patinar o conducir.
- Fase cognitiva: se caracteriza por un alto nivel de atención consciente. Aquí, la corteza prefrontal dorsolateral trabaja intensamente para analizar, planificar y tomar decisiones. Es la fase donde nos sentimos más torpes, cometemos errores frecuentes y dependemos de instrucciones externas.
- Fase asociativa: en esta etapa intermedia, las conexiones neuronales comienzan a consolidarse. El hipocampo participa activamente en la integración de nueva información, mientras que estructuras como los ganglios basales y el cerebelo ajustan la ejecución de los movimientos.
- Fase autónoma: cuando una habilidad se automatiza, disminuye la carga cognitiva. La actividad de la corteza prefrontal se reduce, y los movimientos pasan a estar controlados mayoritariamente por los ganglios basales, responsables de los hábitos y patrones repetitivos. Es aquí donde conducir, esquiar o patinar “sale solo”.
Este proceso ha sido confirmado mediante estudios de neuroimagen funcional (PET y fMRI), que muestran una redistribución progresiva de la actividad cerebral desde las áreas corticales frontales hacia circuitos subcorticales más automáticos (Doyon et al., 2009; Ashby et al., 2010).
El papel del cerebelo y los ganglios basales: la sabiduría del cuerpo
Dos estructuras cerebrales destacan especialmente en el aprendizaje motor:
- El cerebelo, tradicionalmente asociado al equilibrio y la coordinación, es esencial para afinar movimientos y corregir errores. Participa activamente durante la práctica inicial, ayudando a ajustar las acciones a partir del feedback sensorial. Según Ito (2008), el cerebelo genera predicciones motoras y compara el resultado real con el esperado, ajustando los movimientos en tiempo real.
- Los ganglios basales son el corazón del hábito. Integran la información sensoriomotora y la convierten en patrones automatizados. Son especialmente relevantes en la conducción, donde la repetición convierte la acción en algo inconsciente. Según Graybiel (2008), esta estructura “encapsula la experiencia” y permite ejecutar secuencias motoras sin esfuerzo consciente.
El miedo como modulador del aprendizaje motor
Una variable emocional crítica en este proceso es el miedo al error o al fracaso. La amígdala, estructura clave del sistema límbico, se activa ante situaciones percibidas como peligrosas o desconocidas, lo cual puede interferir con el aprendizaje motor (LeDoux, 2000).
Cuando el miedo se activa, se incrementa la liberación de cortisol, lo que dificulta la consolidación de nuevas memorias motoras (Joëls et al., 2006). Por eso, ambientes de aprendizaje excesivamente exigentes o evaluativos, como clases de conducción rígidas o instructores impacientes, pueden inhibir la adquisición de habilidades.
La neurociencia afectiva ha demostrado que el sistema nervioso autónomo también influye: cuando estamos en estado de alerta simpática (activación del sistema nervioso simpático), el cuerpo se prepara para la defensa, no para la exploración o el aprendizaje. En cambio, un estado parasimpático (seguridad y calma) facilita la neuroplasticidad. Esto conecta con la teoría polivagal de Stephen Porges (2011), que resalta la importancia de la seguridad relacional en los procesos de aprendizaje y regulación.
El aprendizaje encarnado: más allá de la mente racional
Un aspecto esencial de estos aprendizajes es que son experienciales y corporales. La mente no puede sustituir a la práctica. Aunque entender la técnica es útil, la repetición y la experimentación activa son imprescindibles. Este enfoque, alineado con la pedagogía somática, nos recuerda que la memoria motora (procedimental) opera de manera distinta a la memoria declarativa (la que usamos para recordar hechos o conceptos).
Las investigaciones de Antonio Damasio (1994, 1999) han mostrado cómo la emoción y el cuerpo están implicados en la toma de decisiones y el aprendizaje. Su teoría del marcador somático postula que nuestras decisiones (y aprendizajes) están guiados por señales corporales que filtran la experiencia y nos orientan emocionalmente. En ese sentido, aprender a esquiar o conducir no es solo una cuestión de técnica, sino también de integrar una vivencia emocional y corporal.
Errores, plasticidad y resiliencia
La neuroplasticidad —la capacidad del cerebro para reorganizarse y aprender a partir de la experiencia— es la base de todo este proceso. Cada vez que fallamos al frenar, girar o cambiar de marcha, el cerebro ajusta sus conexiones. Los errores no sólo no son fallos: son materia prima del aprendizaje.
La psicología del aprendizaje, desde enfoques como el constructivismo de Piaget o el aprendizaje significativo de Ausubel, subraya que la experiencia activa, el error guiado y el refuerzo positivo son claves para consolidar conocimientos. Esto se ve claramente en habilidades psicomotrices: aprendemos cayéndonos, equivocándonos de pedal, o frenando tarde. Pero aprendemos.
Según Carol Dweck (2006), la mentalidad de crecimiento —creer que podemos mejorar con el esfuerzo— influye directamente en cómo enfrentamos este tipo de retos. Las personas que entienden el error como parte del proceso son más perseverantes y alcanzan antes la competencia.
Aprender a vivir en movimiento
Esquiar, patinar o conducir no son solo habilidades prácticas. Son metáforas vivas del proceso humano de aprender. Nos invitan a confiar en el cuerpo, a convivir con la torpeza inicial, a tolerar la frustración, y a maravillarnos con la capacidad de transformación que tenemos.
La neurociencia lo confirma: somos organismos diseñados para aprender en movimiento, para automatizar lo que hoy nos parece imposible, y para integrar experiencias complejas gracias a la práctica encarnada. Aprender a conducir o esquiar no es solo una cuestión de músculos o reflejos: es una danza entre atención, emoción, repetición y plasticidad cerebral.
Quizá por eso, cuando finalmente conseguimos bajar una pista sin caernos, o circular por una autopista sin miedo, sentimos algo más que satisfacción técnica. Sentimos que nos hemos transformado un poco. Que nuestro cuerpo, nuestro cerebro y nuestra historia se han sincronizado en una nueva forma de ser.
Referencias científicas citadas
- Ashby, F. G., Turner, B. O., & Horvitz, J. C. (2010). Cortical and basal ganglia contributions to habit learning and automaticity. Trends in Cognitive Sciences, 14(5), 208-215.
- Damasio, A. (1994). Descartes’ Error: Emotion, Reason, and the Human Brain.
- Damasio, A. (1999). The Feeling of What Happens: Body and Emotion in the Making of Consciousness.
- Doyon, J., & Benali, H. (2005). Reorganization and plasticity in the adult brain during learning of motor skills. Current Opinion in Neurobiology, 15(2), 161–167.
- Graybiel, A. M. (2008). Habits, rituals, and the evaluative brain. Annual Review of Neuroscience, 31, 359–387.
- Ito, M. (2008). Control of mental activities by internal models in the cerebellum. Nature Reviews Neuroscience, 9(4), 304–313.
- Joëls, M., Pu, Z., Wiegert, O., Oitzl, M. S., & Krugers, H. J. (2006). Learning under stress: how does it work? Trends in Cognitive Sciences, 10(4), 152–158.
- LeDoux, J. (2000). Emotion circuits in the brain. Annual Review of Neuroscience, 23, 155–184.
- Porges, S. W. (2011). The Polyvagal Theory: Neurophysiological Foundations of Emotions, Attachment, Communication, and Self-Regulation.
- Dweck, C. S. (2006). Mindset: The New Psychology of Success.
Autor: Psicólogo Ignacio Calvo