La forma en que tomamos decisiones está profundamente influida por nuestras emociones, aunque a veces no seamos conscientes de ello. ¿Quién no ha tenido alguna vez un presentimiento o corazonada ante una elección importante? En los años 90, el neurocientífico Antonio Damasio propuso la teoría del marcador somático para explicar cómo esas señales emocionales corporales guían (y a veces sesgan) nuestras decisiones cotidianas y complejas. En este artículo de divulgación exploraremos en qué consiste esta teoría, cómo operan los marcadores somáticos en la vida diaria y qué implicaciones tiene en la psicología clínica – desde casos de lesiones cerebrales que alteran la toma de decisiones, hasta trastornos del comportamiento y posibles aplicaciones terapéuticas.
¿Qué es la teoría del marcador somático?
Según esta teoría, las emociones desempeñan un papel crucial en la toma de decisiones. Un marcador somático es una respuesta emocional corporal asociada a una situación específica. Estas respuestas (por ejemplo, cambios en la frecuencia cardíaca, sudoración, “mariposas” en el estómago) se forman a partir de experiencias pasadas y quedan almacenadas en el cerebro como señales que, ante situaciones similares en el futuro, nos sirven de guía. En otras palabras, cada vez que enfrentamos una decisión, el cerebro recupera esas huellas emocionales para ayudarnos a evaluar rápidamente qué opción evitar y cuál considerar.
Este proceso ocurre muchas veces de forma inconsciente y automática, acelerando la toma de decisiones sin que tengamos que analizar racionalmente todas las variables. Los marcadores somáticos actúan como una especie de atajo emocional: nos inclinan a descartar inmediatamente las alternativas que se sienten mal y a acercarnos a las que nos generan una sensación positiva. Así, la emoción se convierte en un elemento central de la racionalidad, ayudándonos a predecir consecuencias de forma eficiente.
Estas señales se procesan principalmente en regiones como la corteza prefrontal ventromedial y la amígdala, áreas clave para integrar emoción y cognición. Damasio y su equipo demostraron este fenómeno con la llamada tarea de Iowa, un experimento en el que los participantes debían elegir cartas de distintos mazos para ganar dinero ficticio. Las personas sanas desarrollaban señales fisiológicas anticipatorias ante los mazos “malos” incluso antes de ser conscientes del patrón de pérdidas. En cambio, quienes tenían lesiones en el lóbulo frontal seguían eligiendo mal sin mostrar esas respuestas emocionales, lo que sugiere que la ausencia de marcadores somáticos deteriora la toma de decisiones.
Marcadores somáticos en la vida cotidiana
¿Cómo nos afectan en lo cotidiano? Imagina que un día comes algo que te sienta fatal. Es probable que, la próxima vez que lo veas, tu cuerpo reaccione con una sensación desagradable incluso antes de que decidas evitarlo. Eso es un marcador somático en acción. Lo mismo ocurre cuando asociamos un lugar, una persona o una situación a una experiencia emocional intensa del pasado. El cuerpo recuerda, y nos avisa.
Las decisiones que tomamos cada día –a menudo sin darnos cuenta– están teñidas por estas señales corporales. Desde la ruta que elegimos para volver a casa hasta la forma en que reaccionamos ante alguien que nos genera “buena o mala espina”, los marcadores somáticos filtran nuestras opciones y nos ayudan a decidir de forma más rápida y emocionalmente coherente.
También influyen en decisiones más complejas: elegir una carrera, cambiar de trabajo, terminar una relación. A menudo decimos que una opción “nos da buena vibración” o “nos deja mal cuerpo”. Son expresiones que aluden a la influencia del cuerpo y las emociones en la evaluación de alternativas. No se trata de magia ni de intuición irracional: es el resultado de miles de experiencias emocionales acumuladas, almacenadas como señales somáticas.
Lesiones cerebrales y toma de decisiones
Uno de los hallazgos más impactantes de la teoría de Damasio proviene del estudio de pacientes con lesiones en la corteza prefrontal ventromedial. Estas personas pueden tener una inteligencia normal, memoria y razonamiento intactos, pero se vuelven incapaces de tomar buenas decisiones en la vida real.
El caso más conocido es el de “Elliot”, un hombre que tras una operación para extirparle un tumor frontal perdió su capacidad para tomar decisiones efectivas. Aunque su capacidad lógica estaba intacta, era incapaz de priorizar tareas, planificar o aprender de los errores. Tomaba decisiones perjudiciales sin sentir preocupación, remordimiento o ansiedad. Era como si su sistema de alarmas internas se hubiese apagado.
Esto evidencia que sin las emociones que aportan los marcadores somáticos, la razón queda desorientada. Podemos tener todos los datos, pero si no sentimos el valor emocional de cada opción, nos volvemos incapaces de elegir correctamente.
Trastornos del comportamiento y marcadores somáticos
La teoría del marcador somático también arroja luz sobre algunos trastornos psicológicos. Por ejemplo, en las adicciones, la urgencia por la recompensa inmediata parece estar reforzada por marcadores somáticos muy potentes que eclipsan los negativos asociados al daño futuro. Las personas con adicción pueden saber que su conducta es perjudicial, pero su cuerpo les empuja a repetirla.
Algo similar ocurre en los trastornos de ansiedad, donde el cuerpo reacciona de forma exagerada ante estímulos que no son peligrosos en sí mismos. Los marcadores somáticos están hiperactivados, lo que lleva a evitar situaciones que no necesariamente lo merecen. En cambio, en ciertos casos de psicopatía o trastornos de personalidad, las respuestas emocionales pueden estar atenuadas o ausentes, lo que facilita conductas de riesgo o falta de empatía.
Estas observaciones sugieren que los marcadores somáticos pueden estar hiperactivados, desactivados o desregulados en distintos trastornos, y que su buen funcionamiento es clave para una toma de decisiones saludable.
Aplicaciones terapéuticas
La psicoterapia puede beneficiarse enormemente de esta teoría. Muchas terapias contemporáneas, como el focusing, la terapia somática, el EMDR o la coherencia cardíaca, trabajan con las sensaciones corporales como puerta de acceso a la emoción y al cambio. La idea es que reconectar con el cuerpo permite restaurar los marcadores somáticos saludables y corregir los desajustados.
En terapia, se puede enseñar al paciente a identificar las señales de su cuerpo ante distintas decisiones, a reconocer qué le genera tensión, alivio o malestar. Esto fomenta una toma de decisiones más conectada con las propias emociones y necesidades. Técnicas como la respiración consciente, el biofeedback o la interocepción buscan precisamente eso: afinar la sensibilidad a las señales internas para mejorar el juicio emocional.
Además, en casos de daño cerebral o trastornos del control de impulsos, se pueden aplicar estrategias compensatorias, como tomar decisiones con ayuda externa, usar listas de criterios racionales o anclar las decisiones a valores previamente definidos, supliendo en parte la falta de marcadores somáticos.
Conclusiones
La teoría del marcador somático nos recuerda que sentir es parte de pensar. Las emociones no son obstáculos para la razón, sino sus aliadas. Nuestros cuerpos almacenan una memoria emocional que guía nuestras elecciones con una sabiduría silenciosa, a veces más precisa que los razonamientos más elaborados.
Escuchar al cuerpo, prestar atención a nuestras sensaciones y permitirnos sentir antes de decidir no es un acto irracional, sino una forma de integrar nuestra historia emocional en la vida presente. En el ámbito clínico, esta integración puede marcar la diferencia entre un tratamiento superficial y una transformación profunda.
En definitiva, no somos máquinas racionales con emociones añadidas: somos organismos emocionales que razonan, y nuestras decisiones más sabias suelen ser las que resuenan también en el cuerpo.
Autor: Psicólogo Ignacio Calvo