¿Cuántos pensamientos tenemos al día?

Durante años se ha repetido, en libros de autoayuda, artículos de divulgación e incluso conferencias motivacionales, que los seres humanos tenemos entre 50.000 y 70.000 pensamientos al día. Esta cifra, convertida en mantra por muchos, rara vez se acompaña de una fuente verificable. ¿De dónde surge realmente este número? ¿Es una exageración sin base empírica o hay algún fundamento detrás?

En 2020, un estudio publicado en Nature Communications ofreció, por primera vez, una metodología innovadora y científicamente sólida para intentar responder esta pregunta de forma rigurosa. El trabajo de Jordan Poppenk y Julie Tseng, investigadores en la Universidad de Queen’s (Canadá), introdujo un concepto nuevo: los "thought worms", o “gusanos de pensamiento”, para analizar los cambios de pensamiento en el cerebro humano a través de resonancia magnética funcional (fMRI). Su conclusión: el número de pensamientos diarios ronda los 6.000. Esta estimación, lejos de los 50.000 que se repiten sin evidencia, ofrece una visión más realista y coherente con lo que sabemos sobre el procesamiento cognitivo humano.

Este artículo desarrolla en profundidad los hallazgos de este estudio, su metodología, sus implicaciones para la psicología y la neurociencia, y cómo puede ayudarnos a comprender mejor el flujo de la mente.

El problema de contar pensamientos: un reto conceptual

Uno de los grandes desafíos para la ciencia cognitiva ha sido, desde siempre, definir qué es un “pensamiento”. ¿Es una palabra que se forma en la mente? ¿Un recuerdo? ¿Una imagen? ¿Una emoción consciente? Los pensamientos pueden presentarse de manera verbal, visual, sensorial o abstracta. Algunos son deliberados, otros automáticos. Algunos duran fracciones de segundo; otros nos acompañan durante minutos u horas.

A esta ambigüedad conceptual se suma una dificultad metodológica: no podemos preguntarle a una persona en tiempo real por cada pensamiento sin interferir en su curso natural. La introspección tiene limitaciones obvias, y muchas herramientas utilizadas hasta ahora han sido indirectas o poco precisas.

Lo que faltaba era un método objetivo, basado en mediciones cerebrales, que pudiera identificar cuándo empieza y cuándo termina un pensamiento sin depender del reporte subjetivo del individuo.

La propuesta de Poppenk y Tseng: los “thought worms”

Para resolver este dilema, Poppenk y Tseng desarrollaron una nueva estrategia basada en el análisis de la actividad cerebral medida por resonancia magnética funcional (fMRI). Su hipótesis era que, si cada pensamiento produce un patrón de activación cerebral relativamente estable mientras está presente, los cambios entre esos patrones podrían reflejar la transición de un pensamiento a otro.

Estos patrones estables recibieron el nombre de “metaestados cerebrales”, y la transición entre ellos se interpretó como un cambio de pensamiento. Cuando un metaestado se mantiene, se considera que la persona está enfocada en una misma idea, tarea o contenido mental. Cuando cambia abruptamente, se deduce que ha cambiado de pensamiento.

Los investigadores observaron estos metaestados a lo largo del tiempo y los visualizaron como “thought worms”: secuencias de activación que serpentean a través del tiempo en distintas áreas del cerebro. Al contar cuántas veces aparecía una transición clara entre estos gusanos, pudieron hacer una estimación aproximada del número de pensamientos diarios.

Metodología: ¿cómo se midieron los pensamientos?

El estudio se basó en datos recogidos mediante fMRI de alta resolución mientras los participantes realizaban tareas cognitivas y periodos de reposo. Las tareas incluían resolver problemas, imaginar escenas y dejar la mente vagar libremente (mind-wandering).

El análisis de los datos consistió en:

  1. Identificar patrones de activación cerebral consistentes mediante algoritmos de agrupamiento.

  2. Detectar transiciones significativas entre estos patrones.

  3. Medir la duración promedio de cada patrón antes de una transición.

A partir de esta información, los autores estimaron la frecuencia de cambio de pensamiento por minuto y, extrapolando a un periodo de 16 horas de vigilia, calcularon la cifra total.

El resultado fue sorprendente: alrededor de 6.200 pensamientos al día por persona, en promedio. Este número varía en función del tipo de actividad mental, el nivel de atención, la fatiga, el estrés y otros factores individuales.

¿Qué valida esta metodología?

A diferencia de los métodos subjetivos (como los informes de autoobservación), esta técnica tiene varias fortalezas:

  • Es objetiva: basada en datos neurobiológicos reales, no en autorreportes.

  • Es dinámica: permite observar cambios en tiempo real durante tareas naturales.

  • Es replicable: el método puede aplicarse en distintos contextos y con otras muestras.

Además, los investigadores validaron que los cambios de pensamiento detectados se correlacionaban con cambios conductuales, como desvíos de atención o respuestas motoras, lo que refuerza su validez externa.

Implicaciones del estudio

1. Replantear mitos populares

Este estudio permite cuestionar seriamente la validez de cifras arbitrarias como los 50.000 pensamientos diarios, que se repiten sin respaldo empírico. Aunque esta cifra puede tener un valor metafórico (ilustrar la intensidad del diálogo interno), no refleja con precisión la actividad mental real.

2. Aplicaciones en salud mental

Comprender cómo se genera, mantiene y cambia el flujo de pensamientos puede tener aplicaciones importantes en:

  • Depresión: caracterizada por pensamientos repetitivos y rumiación prolongada.

  • Trastornos de ansiedad: donde los pensamientos intrusivos son frecuentes.

  • TDAH: en el que la velocidad y dispersión del pensamiento pueden ser excesivas.

  • Mindfulness y meditación: prácticas que modifican la duración e intensidad de los pensamientos conscientes.

El seguimiento de los metaestados cerebrales podría ayudar a detectar patrones disfuncionales de pensamiento y monitorizar el efecto de terapias cognitivas o intervenciones farmacológicas.

3. Avances en inteligencia artificial

El concepto de “metaestados” puede trasladarse al desarrollo de sistemas de IA más sensibles a los cambios sutiles de contexto o de intención cognitiva en humanos. Esto es especialmente relevante en campos como la neurotecnología o la interacción cerebro-máquina.

Límites y futuras direcciones

Aunque prometedor, este estudio no está exento de limitaciones. Algunas de las principales son:

  • Resolución temporal del fMRI: aunque alta, no capta eventos neuronales extremadamente breves.

  • Naturaleza indirecta del pensamiento: los patrones detectados reflejan correlatos neuronales, pero no permiten conocer el contenido específico del pensamiento.

  • Contexto experimental limitado: aunque incluyó tareas variadas, no refleja completamente la variedad de situaciones del día a día.

Futuros estudios podrían combinar fMRI con técnicas como EEG o MEG para obtener una imagen más precisa y rápida del flujo mental. También sería interesante explorar cómo cambia la frecuencia y duración de los “thought worms” en poblaciones clínicas, meditadores avanzados, niños o personas mayores.

¿Qué significa tener 6.000 pensamientos al día?

Esta cifra, lejos de trivializarse, ofrece una mirada realista sobre la actividad mental. Implica que, en promedio, cambiamos de pensamiento cada 9-10 segundos durante nuestras horas de vigilia. Es un ritmo que refleja una mente activa, flexible y en constante adaptación a estímulos internos y externos.

También nos invita a reflexionar sobre la calidad de esos pensamientos. No se trata solo de cuántos tenemos, sino de cuántos son útiles, compasivos, creativos o repetitivos y autocríticos.

En contextos terapéuticos, este tipo de conocimiento puede ser de gran valor. Por ejemplo, una persona con depresión que permanece atrapada en un mismo “thought worm” negativo durante horas, podría beneficiarse de estrategias que faciliten la transición hacia patrones mentales más saludables.

Conclusión

Durante años hemos convivido con cifras exageradas sobre el número de pensamientos diarios que tienen más de eslogan motivacional que de realidad científica. El estudio de Poppenk y Tseng (2020) marca un antes y un después, ofreciendo una herramienta metodológica innovadora que nos acerca a una comprensión más precisa y objetiva del pensamiento humano.

La mente no es un río incesante de 70.000 pensamientos caóticos, sino una secuencia de estados cognitivos identificables, conectados entre sí por transiciones dinámicas. Estas transiciones, visualizadas como “gusanos de pensamiento”, abren una ventana fascinante a los procesos mentales en tiempo real.

A medida que avanza la neurociencia, podremos no solo contar pensamientos, sino también comprender su calidad, su forma y su impacto en nuestra vida emocional y conductual. Porque, al final, entender cómo pensamos es comprender cómo somos.

Referencias

  • Tseng, J., & Poppenk, J. (2020). Brain meta-state transitions demarcate thoughts across task contexts. Nature Communications, 11, 2785. https://doi.org/10.1038/s41467-020-16680-1

  • Smallwood, J., & Schooler, J. W. (2015). The science of mind wandering: Empirically navigating the stream of consciousness. Annual Review of Psychology, 66, 487–518.

  • Christoff, K., Gordon, A. M., Smallwood, J., Smith, R., & Schooler, J. W. (2009). Experience sampling during fMRI reveals default network and executive system contributions to mind wandering. Proceedings of the National Academy of Sciences, 106(21), 8719–8724.