Crianza respetuosa vs. permisiva: mitos y realidades

¿Es lo mismo criar desde el respeto que dejar hacer a los niños lo que quieran?

La confusión entre crianza respetuosa y permisividad ha calado tanto que muchas personas rechazan la primera por miedo a caer en la segunda. Pero lo cierto es que estas dos formas de educar tienen raíces, objetivos y consecuencias muy distintas. En este artículo vamos a desmontar los mitos que las confunden, aclarar sus diferencias y ofrecer una mirada más consciente sobre cómo acompañar el desarrollo emocional de la infancia.

¿Qué es la crianza respetuosa?

La crianza respetuosa parte de un principio sencillo pero poderoso: los niños y niñas son personas con derechos, emociones y necesidades válidas, aunque aún no tengan la madurez para expresarlas de forma adulta.

Criar con respeto implica:

  • Escuchar sus emociones sin juzgarlas.
  • Establecer límites claros sin recurrir al miedo o al castigo.
  • Validar sus vivencias y ayudarlos a entenderlas.
  • Ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos.
  • Asumir nuestro rol de guía, sin autoritarismo ni abandono.

No se trata de evitar los conflictos, sino de gestionar los límites de manera empática y firme. Se trata de educar sin humillar, enseñar sin castigar, acompañar sin sobreproteger.

¿Y qué es la crianza permisiva?

La crianza permisiva, en cambio, es aquella en la que el adulto renuncia a ejercer su rol de contención y estructura, dejando que el niño tome decisiones para las que aún no está preparado.

Se caracteriza por:

  • Ausencia de normas claras o consecuencias.
  • Evitación constante del conflicto o del malestar infantil.
  • Incoherencia o inestabilidad en los límites.
  • Falta de acompañamiento emocional real.

Aunque muchas veces nace desde el amor o el deseo de evitar sufrimiento, la permisividad puede dejar al niño desorientado, inseguro o frustrado. Porque, aunque parezca contradictorio, los límites bien puestos generan seguridad emocional.

Mito 1: "La crianza respetuosa no pone límites"

Falso. La crianza respetuosa sí pone límites, pero lo hace sin violencia. No se trata de gritar, castigar o amenazar, sino de marcar una línea desde el afecto, la firmeza y la coherencia.

Un ejemplo:
👉 En vez de "¡Si no te pones el abrigo no vamos al parque!", se puede decir "Sé que no te gusta ponértelo, pero está frío y necesito cuidar tu salud. Cuando te lo pongas, salimos juntos".

El mensaje no cede al capricho, pero tampoco agrede.

Mito 2: "Los niños criados con respeto no toleran la frustración"

Falso. Justamente es lo contrario. Cuando acompañamos al niño en sus frustraciones con presencia y empatía, le ayudamos a integrar esa emoción sin sentirse solo, malo o rechazado por sentirla.

En cambio, si nunca se le permite frustrarse (como ocurre en la permisividad), se vuelve más difícil que aprenda a gestionarlo.

Mito 3: "Los niños necesitan mano dura para aprender"

Falso. Lo que necesitan es modelo, guía y límites estables, no miedo. La neurociencia afectiva ha demostrado que el cerebro infantil aprende mejor en entornos seguros emocionalmente, no bajo amenaza o humillación.

El miedo puede imponer obediencia momentánea, pero no enseña a autorregularse. Solo produce niños obedientes… o rebeldes, pero no autónomos.

¿Dónde está el equilibrio?

Educar no es blanco o negro. Se trata de encontrar un equilibrio dinámico entre la firmeza y la empatía, entre el acompañamiento y la autonomía. Es entender que los niños necesitan sentir que los adultos están a cargo, sin sentirse controlados.

Ser respetuoso no es ser laxo. Ser firme no es ser autoritario.

La clave está en desarrollar una autoridad basada en el vínculo, la coherencia y la presencia, no en el control o el miedo.

¿Por qué se confunde tanto la crianza respetuosa con la permisividad?

Muchos adultos han crecido con un modelo autoritario, donde la obediencia era el principal valor. Por eso, al descubrir enfoques más empáticos, pueden sentir que “los niños se salen con la suya” o que “falta disciplina”.

Pero esta reacción parte del dolor de no haber sido escuchados o validados en la infancia. Nos cuesta dar a los niños lo que no recibimos.

Además, la sociedad premia la conducta sumisa y rápida, no el proceso emocional. Queremos que el niño se calme ya, que entienda ya, que coopere ya… sin aceptar que el desarrollo emocional necesita tiempo, práctica y mucha paciencia.

Señales que indican una crianza respetuosa (y no permisiva)

  • Los límites son claros y constantes, pero negociables según la edad.
  • Se validan las emociones sin juzgarlas, aunque no siempre se ceda al deseo.
  • El adulto asume su rol de guía, sin dejar al niño decidir todo.
  • Las consecuencias son educativas, no punitivas ni humillantes.
  • Se cultiva la conexión antes que la corrección.

Consecuencias de cada estilo a largo plazo

Estilo de crianza Posibles efectos a largo plazo
Respetuosa Autoestima sana, seguridad emocional, empatía, autorregulación
Permisiva Baja tolerancia a la frustración, inseguridad, impulsividad
Autoritaria Sumisión, miedo, dificultad para tomar decisiones propias, rebeldía oculta

¿Qué podemos hacer como madres, padres o profesionales?

  1. Reflexionar sobre nuestro estilo de crianza.
    ¿Qué modelo recibimos? ¿Qué reproducimos sin querer?
  2. Pedir ayuda si nos sentimos perdidos.
    La crianza no se aprende por instinto. Se aprende en red, con formación, apoyo y mirada compartida.
  3. Educar con presencia, no solo con normas.
    No se trata de aplicar recetas, sino de cultivar el vínculo.
  4. Aceptar que cometeremos errores.
    Y que podemos reparar, aprender y hacerlo mejor la próxima vez.

Conclusión

La crianza respetuosa no es una moda ni una versión azucarada de la educación. Es un compromiso profundo con el desarrollo emocional de nuestros hijos e hijas. Es reconocer su dignidad desde el primer día y acompañarlos a crecer con límites, sí, pero también con amor, empatía y presencia.

No es fácil, pero es posible.
Y los frutos no se ven solo en el comportamiento del niño, sino en el tipo de adulto que llegará a ser.