Sentir que el suelo se mueve, que la cabeza flota o que el cuerpo se desconecta de la realidad son sensaciones frecuentes en los episodios de ansiedad. El mareo por ansiedad es uno de los síntomas más desconcertantes, porque mezcla lo físico y lo psicológico: el cuerpo reacciona con vértigo o inestabilidad, mientras la mente teme perder el control. Comprender su origen y tratarlo desde un enfoque psicológico permite romper el círculo de miedo y desequilibrio y recuperar la calma interior.
Qué es el mareo por ansiedad
El mareo por ansiedad no proviene de una enfermedad del oído interno ni de un problema neurológico, sino de la respuesta del cuerpo al estrés. Durante un episodio ansioso, el sistema nervioso simpático se activa, preparando al cuerpo para la acción: el corazón late más rápido, la respiración se acelera y el flujo sanguíneo cambia de dirección. Esto altera el equilibrio corporal y la oxigenación cerebral, generando la sensación de inestabilidad.
Algunas personas lo describen como si “la cabeza no estuviera del todo unida al cuerpo”, o como si “el suelo se moviese”. Aunque la sensación es muy real, no indica un daño físico: es una consecuencia temporal de la hiperactivación fisiológica y del miedo a perder el control.
Por qué la ansiedad produce mareos
El mareo aparece cuando la respiración se vuelve superficial o acelerada, lo que provoca una disminución del dióxido de carbono en sangre (hipocapnia). Esto altera el equilibrio ácido-base del cuerpo y afecta la función del oído interno y del sistema vestibular, responsable de la orientación espacial. En ese momento, el cerebro interpreta una falsa sensación de movimiento o vacío.
El círculo se refuerza con pensamientos como “me voy a desmayar” o “me está pasando algo grave”. Estas interpretaciones aumentan la ansiedad, elevan aún más la activación corporal y, por tanto, intensifican el mareo. Se crea así un círculo vicioso entre miedo y sensación corporal muy típico de los cuadros de ansiedad fisiológica.
Este mismo mecanismo está detrás de otros síntomas psicosomáticos, como el dolor de estómago por ansiedad o el bruxismo por tensión emocional.
Cómo reconocer el mareo por ansiedad
Aunque cada persona lo experimenta de forma distinta, los síntomas más comunes incluyen:
- Sensación de cabeza ligera o flotante.
- Desequilibrio o inestabilidad al caminar.
- Visión borrosa o sensación de irrealidad.
- Presión en la cabeza o en las sienes.
- Palpitaciones, sudor frío o respiración entrecortada.
El mareo por ansiedad suele aparecer en situaciones de estrés, en lugares cerrados o tras pensamientos de preocupación intensa. Aunque puede confundirse con una patología médica, desaparece progresivamente al reducir la activación emocional.
El círculo del mareo y el miedo
El cuerpo detecta el mareo como una amenaza y activa de nuevo el sistema de alerta, lo que provoca más tensión, respiración rápida y desequilibrio. Este proceso se conoce como retroalimentación ansiosa. A largo plazo, el miedo al mareo puede generar evitación: la persona deja de conducir, de acudir a lugares públicos o de estar sola por miedo a perder el control.
En terapia, el objetivo no es eliminar el mareo inmediatamente, sino enseñar al cuerpo que la sensación es segura y que puede gestionarse sin entrar en pánico. Esta desactivación progresiva del sistema de alarma es la clave del tratamiento psicológico.
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC)
La Terapia Cognitivo-Conductual es el tratamiento con mayor eficacia demostrada para los síntomas físicos de la ansiedad, incluido el mareo. Este enfoque enseña a reconocer los pensamientos automáticos catastrofistas (“me voy a caer”, “esto no se me va a pasar”) y a sustituirlos por interpretaciones más realistas.
También se trabaja la exposición gradual a las sensaciones de mareo, mediante ejercicios seguros que permiten comprobar que el cuerpo se estabiliza por sí mismo. Así, el miedo pierde fuerza y la confianza corporal aumenta.
La TCC incluye además técnicas de autocontrol y reestructuración cognitiva para disminuir la hipervigilancia hacia las sensaciones físicas.
Mindfulness y respiración consciente
El mindfulness es una herramienta fundamental para reducir la activación que causa el mareo. Al centrarse en la respiración y el momento presente, el cuerpo se estabiliza y el sistema nervioso recupera su equilibrio.
Durante el mareo, el impulso natural es resistirse o luchar contra la sensación. Sin embargo, esta lucha aumenta la tensión. El mindfulness enseña a observar el mareo sin juzgarlo, como una sensación pasajera. Con la práctica, el cuerpo aprende que puede sentirse inestable sin estar en peligro.
Una práctica sencilla consiste en:
- Detenerte y llevar una mano al abdomen.
- Inhalar profundamente por la nariz durante 4 segundos.
- Retener el aire 2 segundos y exhalar lentamente por la boca en 6 segundos.
- Repetir varias veces, centrando la atención en el contacto de los pies con el suelo.
Esta técnica activa el sistema parasimpático, responsable de la relajación. Puedes complementarla con las técnicas de respiración para reducir la ansiedad descritas en nuestro blog.
Entrenamiento del equilibrio corporal
El mareo por ansiedad no se resuelve solo desde la mente. El cuerpo necesita volver a confiar en su propio equilibrio. En terapia, se utilizan ejercicios de reentrenamiento vestibular y sensorial, como:
- Caminar lentamente concentrándote en las plantas de los pies.
- Mover la cabeza de un lado a otro con la mirada fija en un punto.
- Practicar estiramientos de cuello y hombros para reducir la rigidez muscular.
- Ejercicios de grounding o “enraizamiento”, notando el peso del cuerpo sobre el suelo.
Estos ejercicios físicos, combinados con el trabajo cognitivo, ayudan a restablecer la sensación de seguridad interna.
Regulación emocional y autocompasión
Muchas personas con mareos por ansiedad desarrollan miedo a su propio cuerpo. Temen que cualquier sensación sea señal de enfermedad o debilidad. El trabajo emocional pasa por cultivar una actitud de autocompasión y confianza en el cuerpo. La tensión disminuye cuando dejas de pelearte con lo que sientes.
El enfoque de mindfulness y autocompasión enseña a tratar los síntomas con amabilidad: poner la mano en el pecho, respirar y repetir mentalmente “esto pasará, estoy a salvo”. Este cambio de actitud puede transformar la experiencia corporal en un momento de autorregulación profunda.
Ejemplo clínico
Lucía, 29 años, comenzó a sufrir mareos después de una etapa laboral muy estresante. Pensaba que tenía un problema neurológico y acudió a urgencias varias veces. Tras descartar causas médicas, inició terapia cognitivo-conductual. Aprendió a reconocer sus pensamientos catastrofistas y a practicar respiración consciente. Con ejercicios de mindfulness y exposición al movimiento, los mareos disminuyeron hasta desaparecer. Lucía describe que lo más importante fue “dejar de tener miedo a marearme”.
Cuándo buscar ayuda profesional
Si los mareos son frecuentes, duran más de unas semanas o interfieren con tu vida diaria, conviene consultar con un psicólogo especializado en ansiedad. El tratamiento psicológico es altamente efectivo para este tipo de síntomas somáticos, especialmente cuando se integran la mente y el cuerpo en el proceso terapéutico.
En Ícaro Psicología ofrecemos programas que combinan TCC, mindfulness y EMDR para ayudar a regular la ansiedad y reducir los síntomas físicos como el mareo, la tensión muscular o la sensación de despersonalización.
Conclusión: recuperar el equilibrio interior
El mareo por ansiedad no es peligroso, aunque se sienta intenso. Es la forma en que el cuerpo comunica que está saturado de tensión y necesita recuperar su ritmo. El tratamiento psicológico permite restablecer ese equilibrio natural, calmando la mente y enseñando al cuerpo que el movimiento y la calma pueden convivir.
Cuando comprendes el mensaje detrás del síntoma, el miedo pierde fuerza. Respirar, soltar y confiar se convierten en el mejor tratamiento para volver a sentirte en tu centro: firme, estable y en paz.