Terapia infantil: acompañar a los niños, fortalecer a las familias

Hay momentos en los que los niños cambian sin que sepamos muy bien por qué. De repente aparecen rabietas, silencios prolongados, miedos nuevos o cierta tristeza difícil de nombrar. Los padres suelen llegar a consulta con esa sensación de desconcierto: “no sabemos qué le pasa, antes no era así”. En esos casos, la terapia infantil no busca etiquetar, sino comprender.

En Ícaro Psicología partimos de una idea sencilla pero profunda: los niños hablan con su comportamiento. Y cuando algo duele o se desordena dentro, lo expresan a través del cuerpo, del juego o de sus relaciones. Nuestro trabajo consiste en traducir ese lenguaje emocional y acompañar tanto al menor como a la familia en un proceso de comprensión y cambio.

Un espacio para todos: el menor, los padres y la familia

Cuando una familia llega a terapia, lo primero que hacemos es escucharlos a todos juntos. En esa primera sesión suelen estar los padres, el niño o niña, y a veces los hermanos. Cada uno tiene su propia versión de lo que ocurre y todas son importantes. Esta mirada inicial nos ayuda a comprender la historia familiar y a detectar los recursos que ya existen dentro del sistema.

Después, las sesiones se van adaptando: unas veces trabajamos solo con el menor, otras con los padres, y en otras ocasiones los reunimos a todos. No hay una receta fija. La terapia infantil, desde un enfoque sistémico y breve, se construye paso a paso, ajustándose al ritmo de cada familia y priorizando siempre la conexión emocional.

Las sesiones familiares, como parte de la terapia infantil, tienen un precio distinto, tal y como puede consultar en nuestras tarifas.

El juego: la forma más seria de trabajar

Para un niño, jugar no es “solo jugar”. Es su manera natural de pensar, de sentir y de ordenar el mundo. Por eso, en terapia utilizamos el juego simbólico como puente de comunicación. A través de muñecos, dibujos, cuentos o construcciones, el niño proyecta sus emociones sin darse cuenta. A veces el miedo se disfraza de monstruo, la tristeza aparece en un dibujo gris o la rabia se convierte en una torre que se derrumba una y otra vez.

Estas escenas nos permiten entrar en su mundo interno con respeto. No forzamos la conversación: dejamos que el juego hable. Las técnicas proyectivas y los recursos expresivos nos ayudan a comprender qué está viviendo y a acompañarlo para que encuentre nuevas formas de afrontar lo que le ocurre.

En ocasiones, basta con que el niño sienta que alguien lo entiende, que no tiene que explicarse tanto. Desde ahí comienza a relajarse, y poco a poco aparecen los cambios: duerme mejor, se comunica más, se muestra más alegre o deja de tener esas reacciones que antes preocupaban tanto.

El papel de los padres: cuando el cambio empieza en casa

Si hay algo que repetimos a menudo en Ícaro Psicología es que los verdaderos protagonistas del cambio son los padres. Los psicólogos estamos solo un tiempo; quienes acompañan cada día son ellos. Por eso, parte esencial de la terapia es ayudar a los adultos a comprender qué está expresando su hijo o hija y cómo pueden responder de forma más eficaz.

En muchos casos, el trabajo con los padres es tan potente que el menor apenas necesita asistir a consulta. Cuando los adultos logran entender el sentido del síntoma y modifican la dinámica en casa, por ejemplo, reduciendo la sobreprotección o bajando el nivel de exigencia, el comportamiento del niño o niña cambia de forma natural. No es magia, es coherencia emocional.

Les enseñamos a observar sin juicio, a validar las emociones de sus hijos e hijas y a poner límites desde la calma. A veces los cambios son pequeños, pero sus efectos son enormes: un tono más sereno, una rutina compartida, un abrazo a tiempo… son intervenciones tan poderosas como cualquier técnica terapéutica.

La pareja como cimiento de la familia

Hay ocasiones en las que el malestar del menor refleja tensiones entre los adultos. Por eso, en algunos procesos es necesario mirar también hacia la relación de pareja. Antes de ser padres, se es pareja, y cuidar ese vínculo es esencial para que los hijos crezcan en un entorno estable.

No se trata de “culpar” a nadie, sino de comprender cómo el clima emocional del hogar repercute en los pequeños. Cuando los padres logran reencontrarse, comunicarse mejor o simplemente bajar la tensión diaria, los niños lo sienten. Y a menudo, el síntoma del menor desaparece cuando el ambiente se vuelve más seguro y amoroso.

Por eso, parte del trabajo puede incluir sesiones de pareja orientadas a reforzar la colaboración, el afecto y la unidad. Si la base del sistema se fortalece, todo lo demás fluye con más facilidad.

Una terapia cercana, breve y adaptada

En Ícaro Psicología entendemos la terapia infantil como un proceso vivo, práctico y cercano. Combinamos la mirada sistémica con herramientas breves y eficaces para que las familias recuperen el equilibrio en el menor tiempo posible. Nuestro objetivo no es alargar el proceso, sino ofrecer la ayuda necesaria para que los padres se sientan capaces de continuar por sí mismos.

Acompañar a un niño es acompañar también a los adultos que lo rodean. Cuando la familia se comprende, se escucha y se fortalece, el bienestar del menor florece de manera natural. Ese es el verdadero sentido de la terapia infantil: no solo aliviar un síntoma, sino devolver al hogar su capacidad de cuidar, de entender y de amar mejor.

Equipo Infantil

Mario Sánchez

Psicólogo General Sanitario