fertilidad a las relaciones de pareja

Los procesos de fertilidad no son solo un recorrido médico. Son experiencias vitales que remueven el cuerpo, la identidad, la autoestima y, sobre todo, la relación de pareja. Cuando concebir un hijo se convierte en un camino difícil, todo el universo emocional se ve alterado: el deseo, la frustración, la comunicación, la intimidad, la paciencia. Lo que debería ser un proyecto compartido, lleno de ilusión, puede terminar sumido en la ansiedad, el dolor o el distanciamiento.

En este artículo exploramos cómo los tratamientos y procesos de fertilidad pueden influir en la vida de pareja, desde la fisiología del estrés hasta las emociones que emergen en ambos miembros, pasando por los silencios, los miedos y la necesidad de sostenerse mutuamente en medio de la incertidumbre.

El impacto del estrés en el sistema reproductivo

La relación entre el estrés y la fertilidad es bidireccional: no poder concebir genera angustia, pero esa misma angustia afecta directamente al sistema reproductivo.

Cuando estamos estresados, se activa el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal (HHA), generando cortisol y adrenalina. Estas hormonas interfieren con la producción de otras esenciales para la reproducción, como los estrógenos, la progesterona y la testosterona.

  • En la mujer, esto puede derivar en irregularidades menstruales, ausencia de ovulación o ciclos anovulatorios.

  • En el hombre, puede provocar una disminución de la calidad del esperma, reducción de la libido y desequilibrio hormonal.

Este ciclo genera un efecto dominó: cuanto más estrés, más difícil es concebir; y cuanto más se alarga el proceso, más aumenta la presión emocional y relacional.

Cambios hormonales y alteraciones emocionales en la mujer

Los tratamientos hormonales necesarios en los procesos de fertilidad —como la estimulación ovárica— pueden provocar una serie de efectos secundarios emocionales que muchas veces no se tienen en cuenta.

La administración de altas dosis de estrógenos, progesterona y otras hormonas provoca:

  • Cambios de humor bruscos

  • Llanto fácil, irritabilidad o hipersensibilidad

  • Sensación de inestabilidad emocional

  • Bajada de energía y desmotivación

No se trata solo de algo psicológico: las hormonas interactúan directamente con neurotransmisores como la serotonina, alterando el estado de ánimo. Todo esto ocurre mientras la mujer se somete a revisiones, pruebas, análisis, espera resultados... En muchos casos, aparece la sensación de que su cuerpo ya no le pertenece, que está "tomado" por médicos y protocolos.

Este sentimiento puede provocar desconexión con su pareja, dificultad para verbalizar lo que siente y un enorme agotamiento emocional que muchas veces se transita en silencio.

El hombre: acompañante invisible en un camino incierto

Aunque el cuerpo biológico del embarazo sea el de la mujer, los procesos de fertilidad también impactan de lleno en los hombres. Y no siempre desde un lugar visible o validado.

Muchos hombres se sienten:

  • Afuera del proceso, como si su rol fuera simplemente de acompañamiento

  • Inseguros por no saber cómo ayudar

  • Frustrados o culpables, especialmente si el diagnóstico de infertilidad es masculino

  • Presionados emocionalmente para ser el soporte estable

Este lugar de "sujeto que contiene" a menudo se vuelve una trampa. Los hombres que no comparten sus emociones, por miedo a generar más carga, pueden acabar desconectándose emocionalmente. Además, si el sexo se vuelve una tarea programada, también puede afectar su autoestima sexual y su deseo.

Y en los casos donde la infertilidad es de origen masculino, puede tocar aspectos profundos de la identidad, vinculados con la virilidad, la potencia y el valor personal.

De deseo a obligación: cómo afecta el proceso a la sexualidad

Una de las consecuencias más dolorosas es que el sexo deja de ser un espacio de juego o encuentro. Se convierte en una tarea. Hay que hacerlo "en los días fértiles", con la frecuencia adecuada, a pesar del cansancio, la ansiedad o el malestar emocional.

  • Se pierde la espontaneidad

  • Aparece la presión por lograr resultados

  • El deseo se desvanece

  • Pueden surgir conflictos, evitación del contacto y desconexión erótica

Para muchas parejas, esto genera una crisis adicional: ya no se encuentran, ya no disfrutan, y el cuerpo se vuelve otro campo de batalla más.

Frustración, duelos y expectativas rotas

Cada intento fallido, cada menstruación que aparece cuando se esperaba otra cosa, es vivido como una pérdida. Aunque no haya habido embarazo, muchas mujeres y parejas experimentan duelos repetitivos. Y estos duelos no siempre son reconocidos ni socialmente ni por el entorno cercano.

La frustración se acumula:

  • El tiempo pasa y no llega el embarazo

  • Se agotan los recursos económicos o emocionales

  • La ilusión se transforma en desesperanza

Y con esa frustración, a veces vienen las discusiones, los silencios, las dudas. Algunas parejas se preguntan: ¿y si no lo conseguimos? ¿Podremos seguir adelante juntos sin hijos?

Responder a esas preguntas requiere una revisión profunda del proyecto de vida compartido, y no todas las parejas logran atravesar ese desafío sin fracturas.

La paciencia como reto: vivir en la incertidumbre

Uno de los desafíos más grandes de los procesos de fertilidad es soportar la espera sin perderse en ella. Cada fase tiene su propia dosis de incertidumbre:

  • ¿Ovularé este mes?

  • ¿Habrá implantación?

  • ¿Saldrá positiva la beta?

  • ¿Será un embarazo viable?

Y cuando no hay éxito, todo vuelve a comenzar. Una y otra vez.

Esta experiencia mina la energía emocional, la confianza, y puede generar un agotamiento crónico difícil de reconocer. La tolerancia a la frustración y a lo incierto se pone a prueba como pocas veces en la vida.

Aprender a vivir con esa espera implica:

  • Aceptar que no todo depende de uno

  • Sostener la esperanza sin que se vuelva presión

  • Encontrar espacios de conexión y disfrute fuera del proceso de fertilidad

Cómo acompañarse: recursos y estrategias terapéuticas

Para muchas parejas, el apoyo terapéutico marca un antes y un después. La terapia de pareja o individual puede ayudar a:

  • Validar emociones como el miedo, la tristeza o la rabia

  • Trabajar la culpa o la sensación de fracaso

  • Aprender a comunicarse con más empatía

  • Recuperar la intimidad y el deseo

  • Replantear el proyecto de vida de forma flexible

Además, es fundamental incluir espacios de autocuidado individual: descanso, ejercicio, alimentación, amistades, ocio. Porque cuando todo gira en torno a “tener un hijo”, se puede perder el vínculo con el presente, con uno mismo y con la pareja.

Fertilidad y crecimiento emocional

El camino de la fertilidad, aunque lleno de retos, también puede ser una oportunidad de crecimiento personal y relacional. Hay parejas que, al atravesarlo de forma consciente, salen más fuertes, más unidas y con una comprensión más profunda del otro.

Otras necesitan redefinir su vínculo o incluso aceptar caminos distintos. Pero en todos los casos, lo esencial es entender que la fertilidad no es solo una función biológica: es un proceso emocional, social y relacional que merece ser vivido con cuidado, contención y acompañamiento.

Porque al final, más allá de si se logra o no el embarazo, lo verdaderamente fértil es la capacidad de cuidarse, de sostenerse, de amar incluso en los momentos más inciertos.

Autor: Psicólogo Ignacio Calvo